Desde pequeño siempre fui un niño llenito de carnes, por no decir gordo, y por lo general siempre era el centro de las burlas de mis compañeros de clase. También desde pequeño me llamaron más la atención los juegos de las niñas, que los juegos de los niños. Por eso quisas mi padre, el Senador se relacionaba poco conmigo. Peso 150 kilos lo que no es tan malo si mides dos metros de alto, pero en mi caso apenas alcanzo un metro sesenta, por lo que el sobre nombre que me pusieron en ese tiempo fue tapón de inodoro.
Ustedes pensaran que soy un pobre gordo acomplejado, pero realmente nunca me preocupé mucho por eso.
Cuando regresé de Europa de estudiar arte, me fui a un pequeño pueblo de mi país, bien retirado de las grandes ciudades, para poder dedicarme a pintar sin que nadie me interrumpiera, por suerte mi familia siempre a gozado de excelentes recursos económicos, y ha mis padres les gustó mucho mi idea, así que compré una hacienda, a precio de gallina flaca, realmente no se la habían podido vender a nadie, ya que se encontraba en una zona que se encontraba tomada por las guerrillas, cosa que yo, y por lo visto mis padres también ignoraban. Cuando llegué a mi nuevo hogar, contraté a un grupo de peones y ha un capataz, para que se dedicasen a la limpieza de los terrenos, mientras que yo me encargaba de la limpieza de la casa junto con un par de mujeres de un vecindario cercano. La casa era de realmente vieja con ganas, pero se encontraba amueblada, y con muchos artículos y pertenencias de los dueños anteriores, para mi fue casi una aventura el ir descubriendo todas esas cosas, lo que más me llamó la atención fue un armario que se encontraba en una de las habitaciones, al igual que la mayoría de los muebles era de estilo clásico, pero lo que realmente me fascinó fue la cantidad de ropa femenina que había en su interior, aparte de la ropa intima en las gavetas inferiores, lo que me agradó secretamente fue que todas eran de tallas grandes. En muchas ocasiones me había puesto a fantasear como sería yo vestido de mujer, pero no con ropa extravagante, ni vestidos de ensueño, sencillamente usar ropa intima y una bata casera, o algún vestido sencillo, sin pretensiones especiales. Ustedes dirán o pensarán que soy muy conservador, pero la realidad es que estoy muy consciente de lo ridículo que me vería con ligueros y medias caladas, realmente eso no me agrada.
Con la excusa de usar las batas por comodidad, y como soy un artista, las personas de los alrededores se acostumbraron a verme vestido de esas maneras, algunos de mis mejores cuadros los realicé es esos momentos. Mi sexualidad se limitaba a verme en ropa intima frente a un gran espejo de corte colonial. En ocasiones fantaseaba con tener un compañero y para ello hacía uso por lo general de un pepino completo el cual me introducía y sacaba, al tiempo que me masturbaba, hasta llegaba alcanzar una satisfactoria eyaculación en mi soledad. Como si fuera parte de un ritual, por lo menos dos o tres veces en semana me daba un lavado de enema, por aquello de estar siempre listo y preparado para cualquier eventualidad, aunque les diré que a pesar de mis gustos hasta esos momentos podía decir tristemente que mi culo era virgen, ya que para mi los pepinos no cuentan.
El detalle era que con el tiempo me había acostumbrado tanto a vestir las batas y ropa intima femenina, que ya no usaba mi propia ropa, me había dejado mi cabello bastante largo, y no hacía falta que me afeitará ya que soy barbilampiño, con muy pocos bellos en el resto de mi cuerpo, mi voz no es gruesa más bien es algo chillona de manera natural. Por lo que cuando alguien me llama o me dice señora, me siento de lo mejor.
El año pasado para esta fecha más o menos, la zona fue nuevamente atacada por las guerrillas, como yo siempre he vivido como algo distraído no me había dado cuenta de la ocupación. A todos
los hombres del sector los pusieron bajo arresto, por decirlo así, y a las mujeres las dejaron tranquilas temporalmente, yo caminaba de un lado a otro sin que me tomasen en cuenta, hasta que uno de los comandantes de la guerrilla se fijó en mi persona. Esa tarde se presentó a mi propia casa, con gran parte de su gente, yo en medio de todo me sentí sumamente nervioso, por que desconocía la razón de dicha visita. Cuando el Negro, perdón quise decir el Comandante Uriarte, me llamó señora. Yo no tuve el valor de corregirlo, y lo dejé que me siguiera llamando así. Esa primera nuestra conversación se limitó a sencillamente a un intercambio de opiniones, hasta el momento en que se despedía, se auto invito para seguir conversando conmigo en otra oportunidad.
De esa manera las visitas del Comandante se hicieron cada día más y más comunes, en el fondo me moría por acostarme con él, pero tenía miedo a que me rechazara, y que tomase alguna represaría en mi contra. Tras pensarlo detenidamente, decidí que lo que fuera a pasar pasaría, lo invité a tener una cena intima conmigo, de paso les diré que como cocinera soy de las mejores, modestia a parte. Durante la cena nuestra conversación se tornó, más caliente a cada minuto que pasaba, tras cenar una sabrosa carne azada, acompañada con un buen plato de arroz con vegetales, pasamos a la sala y le ofrecí un cordial, en ese momento él se me acercó por la espalda y tomandome por la cintura me dio un tremendo apretón, que me hizo derretirme en sus brazos, en silencio sin palabras, como cantaba Rocio Durcal, me condujo a mi dormitorio, sus gruesas manos recorrieron gran parte de mi cuerpo, su boca y su grueso bigote me hacían cosquillas en mi nuca, lo que me volvía loco, perdón quise decir loca.
El Negro, no dejó de manosear mi cuerpo, sentía su caliente verga en mis nalgas por encima de nuestras ropas, a pesar de mi vano intento de evitarlo, finalmente me dijo que deseaba hacerme suya en ese mismo momento, yo todo muerto de miedo tartamudeando, le dije que no podía ser, y de un solo golpe le soté la verdad. El se mantenía abrazado a mi espalda, por un corto tiempo se quedó en silencio, para luego preguntame con su gruesa voz, si yo quería o no hacer el amor con él, a lo que sin dilación le respondí que si. De inmediato me levantó mi vestido por de tras, y en un dos por tres me bajó mis pantaletas. Sentí sus callosas manos acariciando mis nalgas y parte de mis muslos, yo instintivamente abrí las piernas, y con mi mano acomodé mi pequeño pene y testículos, de manera que no se notasen. Les comento que gracias a Dios ese día me di un buen lavado de enema, y hasta me apliqué una generosa cantidad de aceite de oliva entre mi esfínter y la raja de mis nalgas. Mientras yo me encontraba tendido boca abajo en mi cama, con mis rodillas apoyadas en el piso de mi habitación, el Negro se debió desnudar en lo que canta un gallo, ya que cuando volví a sentir su cuerpo noté la ausencia total de ropa, una de sus manos separó mis nalgas, las que yo posteriormente algo ansioso mantuve separadas con mis propias manos, hasta que comencé a sentir el calor y dureza de su glande contra mi virginal y palpitante esfínter.
El inicio de la penetración fue algo dolorosa, no es lo mismo que hacerlo con un pepino que hacerlo con alguien de carne y hueso, el sentir sus manos y el calor de su cuerpo contra el mio me hacía desfallecer de alegría, y bien valía la pena pasar por el dolor que mi cuerpo sentía, quisas gracias al aceite de oliva que me había puesto, ya una vez que me la empezó a enterrar entre mis nalgas, el resto se fue sintiendo divinamente hasta que su cuerpo terminó de unirse al mio por completo. Uriarte me tomó por mi cintura y comenzó a meterlo y sacarlo pero muy lentamente como para no lastimarme, yo por mi parte levanté más mis nalgas para poder sentirlo y disfrutarlo más y mejor, mi esfínter lo dilataba y contraía a voluntad a medida que me lo introducía y me lo sacaba, su boca se posó en mi cuello haciendome cosquillas con su gran bigote, lo que hacía que yo arquease mi espalda como un acto reflejo al estímulo que sentía. Sus manos me acariciaban y me hacía sentir en las nubes, a medida que sus acometidas aumentaban en fuerza he intensidad, yo me encontraba como si me hubiera fumado un tabaco mejor dicho un habano de hierba, yo solo (no es que lo acostumbre todo el tiempo, pero si me inv
itan lo disfruto).
De momento comencé a escuchar su gruesa voz preguntarme, quien era mi macho, y yo de inmediato y sin dudarlo por un segundo le respondí que él, eso dio pie para que a medida que me lo clavaba o me lo sacaba de mi ano, el Negro me continuase preguntando cosas como esas, hasta que me preguntó, con cuantos hombres me había acostado, y al escuchar que él era el primero y el único con quien yo lo había hecho, se sorprendió y volvió hacerme la pregunta en repetidas oportunidades, y hasta me sonó una sabrosa nalgada al tiempo que me dijo mentirosa, no fue hasta que le juré por mi madre que era mi primer hombre, que se quedó complacido. Pero eso lo puso como más frenético, y sus movimientos se acentuaron más, hasta que finalmente se vino dentro de mi. Tras ese caluroso encuentro, el negro quedó tendido sobre mi cama, y yo con el pudor que me caracteriza, de inmediato me levanté y me baje la bata que él me había subido hasta casi quitarmela completamente, una vez que me coloqué la bata como era debido fui al baño y me asee, para regresar a mi cama llevando una ponchera de agua tibia, con la cual me puse a limpiar el miembro de mi reciente amante, no fue hasta ese momento que había yo comenzado a lavarselo que a él se le ocurrió preguntarme mi nombre y le respondí que me llamase, simplemente María. Es que tampoco me gusta, el usar nombres rebuscados. A medida que se lo estaba lavando comenzó a tonificarse y a endurecer endemoniadamente rápido.
El Negro aunque se encontraba tendido boca arriba en mi cama, con sus ojos cerrados, me preguntó que pensaba hacer yo al reapecto en esos momentos, si quería que me volviese a dar por el culo o………….., y no dijo más nada dejandome a mi en el compromiso de terminar la oración o poner manos a la obra, o mejor dicho boca a la obra, cosa que hice estando completamente a gusto. Lo primero fue pasarle mi lengua por sobre su glande, en varias y repetidas ocasiones. Hasta ese momento no me había percatado de lo grande, grueso y venoso que era. Luego comencé a introducirmelo lentamente dentro de mi boca, cuidando de que mis dientes no lo fueran a lastimar, par luego comenzar a chuparselo completamente, lo que a medida que yo se lo hacía en él lograba arrancar, suaves quejidos de placer. Viendolo bien todavía no me explico como me pude tragar semejante cosa, y es el día de hoy que continuó haciendoselo y no lo logro comprender, ya que soy de las personas, que de tan solo introducirse el dedo dentro de la boca, es suficiente para que me venga en vómitos. Les diré que después que eso pasó, no lo vi por varios días. Hasta llegue a pensar que no lo volvería a ver, pero como a la semana se presentó a mi casa un hombre en ropa de civil, bien recortado y sin bigotes, cuando me saludó mi corazón dio un salto era el Negro, que había regresado para quedarse.
Al mes vendí esa propiedad, y nos desaparecimos de la región, mis padres tan solo están al tanto de que me encuentro viviendo en la costa, quien nos ve nos toma por una pareja normal y corriente, con el dinero nos compramos una pequeña casa y el resto comenzamos un negocio el cual mi marido atiende.