En algunos de mis relatos anteriores, he puesto de manifiesto lo mucho que me gustan los transexuales y la gran admiración y respeto que les tengo e inclusive he hecho hincapié en la amistad que tengo con un par de ellas, sobre todo con una, que me honra con haberme dejado ingresar a su círculo íntimo.
Esta escultura viviente o combinación perfecta (Shaira es su nombre), entre otros halagos que uso para hacer referencia a su persona, ha hecho muy buenas migas conmigo y en no pocas ocasiones la visito en su casa, ya que ella está asentada en esta ciudad (Comodoro Rivadavia) desde hace algún tiempo.
-Culo, (así me llama ella y a mí me encanta) preparate unos mates mientras me cambio.
Suele decirme a veces cuando voy a verla durante las tardecitas, antes de que ella salga a trabajar o también:
-Culo, traeme tal o cual prenda.
En varias ocasiones inclusive me he puesto algunas de sus ropas, sobre todo su lencería erótica, teniendo en cuenta que gracias a mis piernas torneadas, mis muslos bien rellenos y mi cola a todas luces femenina, además de mi falta de bello en casi todo mi cuerpo (sin llegar a ser del todo lampiño), las prendas de mujer me calzan como si fuesen hechas para mí (o yo para ellas); hasta mis insipientes tetitas con sus bien definidos y paraditos pezones, hacen que un diminuto corpiño, me quede a la perfección.
-Te voy a llevar a trabajar conmigo una de estas noches.
Me ha dicho en tren de broma mi amiga, en más de una oportunidad y si bien esa posibilidad me produce muchos ratones en la cabeza (además de excitarme y calentarme en demasía), de ninguna manera saldría a la calle trasvestido; pero en una de esas largas charlas (mate mediante) que mantenía habitualmente con ella, empezó a hacerme comentarios acerca de un cliente suyo, al que le había hablado varias veces de mí, diciéndole, entre otras cosas, que yo era un transexual natural (no operado) e inclusive había deslizado la posibilidad de hacer algo entre los tres.
-¡No seas boludo! Encima de pasarlo bomba te vas a llevar unos mangos.
Me decía una y otra vez hasta que, después de varias negativas de mi parte, terminó por convencerme eso sí, una vez que me cercioré de que, ni yo conocía al hombre en cuestión ni él a mí y previo quedar de acuerdo además en que, toda la plata que mi amiga recibiría a tal efecto, quedaría exclusivamente para ella.
Cuando llegó el día D, Shaira me ayudó a vestirme como tal, poniéndome una bombachita colaless, medias y portaligas, una pollerita corta acampanada, tipo escocesa, un diminuto corpiñito, una camisola de seda blanca y una corbata; haciéndome ver como toda una colegiala y para colmo, me puso una peluca de pelo rubio y bien largo, la que sujeté con una vincha de color rojo; además de pintarme y maquillarme como para la ocasión, o sea exageradamente.
-Y nena ¿Qué me contás?
Me dijo mi amiga mientras yo me miraba al espejo y no podía creer lo que veía reflejado en él; si bien no era la primera vez que me vestía de mujer, si lo era el hecho de verme tal y como un transexual, que además estaba a punto de salir a cumplir con su trabajo.
Estaba muy excitado y muy caliente, no solo por la manera en que estaba producido para la ocasión, sino además porque fantaseaba con el hecho concreto de que, en breves instantes, me iría a prostituir con un tipo, al que le gustaban y mucho nosotros, los transexuales.
Shaira, me comentó que el tal fulano era uno de sus principales clientes, así que antes de ir directamente a los bifes, primero nos comeríamos unas pizzas, acompañadas como no podía ser de otra manera, por un par de cervezas.
-Ella es Culo.
Me presentó de esa manera cuando entró su cliente y dándome vuelta, me levantó la pollerita y dijo sonriendo:
-Este culo es natural; acá no hay siliconas ni nada parecido ¿Te gusta?
El tipo le respondió afirmativamente y yo empecé a mover la colita de un lado hacia otro, entonces mi amiga volvió a decirle a su cliente, mientras apretaba uno de mis cachetes:
-Vení, tocá, vas a ver que firme y duro es este culito.
El tipo se acercó y me toqueteó bien la cola, mientras yo la paraba bien, sacándola hacia atrás y arqueando la columna.
-Bueno, listo, vamos a comer.
Exclamó Shaira y nos fuimos hacia la mesa de la cocina; si bien me costó un poco soltarme, al cabo de unos minutos ya estaba hecho un transexual con todas las letras, comportándome como tal, con movimientos y gestos por demás femeninos.
-Culo, traete una cerveza de la heladera.
Me dijo mi amiga y yo inmediatamente me paré y caminé moviendo exageradamente las caderas y cuando abrí la puerta de la heladera, escuché a Shaira preguntarle a su cliente:
-¿Y? ¿Qué te parece Culo? ¿Te gusta? No sabés lo que es cogiendo.
El tipo volvió a responderle afirmativamente y por la expresión de su cara, noté que le había gustado y mucho, así que además de toda la excitación que tenía encima, había que agregarle una más; tan bien trasvestido estaba yo, que le había atraído físicamente a un hombre.
Nunca me había sentido tan a gusto, tan inmensamente feliz y tan realizado, ya que durante toda la cena el tipo me trató como una mina y como una mina bien puta, pero después de comer y al llegar el momento de coger, el fulano nos pidió a Shaira y a mí, que hiciésemos para él una especie de show erótico o un jueguito lésbico y como mi amiga ya me había dicho de antemano que, el tipo era un muy buen cliente suyo, yo accedí inmediatamente.
Nos fuimos los tres hacia el living y después de sentar al tipo en un sillón, Shaira apagó la luz principal, encendió una lámpara ubicada en un rincón y puso música suave, dándole al lugar un clima muy especial; empezamos toqueteándonos, besándonos, franeleándonos, refregándonos tetas con telas, culos con culos y conchas con cochas, todo al compás de la melodía; estábamos dando un espectáculo lésbico precioso, hasta que el tipo, ya bastante excitado, me dijo:
-Culo ¡Chupásela a Shaira!
Yo me arrodillé en la alfombra y mientras mi amiga se levantaba la pollera, yo le corrí la bombacha para descubrir su poronga, la que inmediatamente puse en mi boca y comencé a comer; mientras chupaba, lamía y besaba esa hermosa polla, miraba de reojo al tipo, tal como hacen en las películas (mirando a la cámara) y viendo su cara de satisfacción, la temperatura de mi cuerpo comenzó a subir más y más.
Sin dejar de comerme esa sabrosísima pija, tomé la iniciativa y le pedí al tipo que se parase al lado de mi amiga; una vez que lo hizo, le abrí la bragueta, le descubrí su verga aún fláccida y después de hacerle una breve paja, comencé a chupársela y a refregármela por la cara ¡Qué locura! Me metía una de las porongas en la boca, le hacía una cuantas mamadas y seguía con la otra, después juntaba ambas cabezas y me las comía por completo; mientras tanto y a todo esto, Shaira y el tipo se hacían ojitos, mimitos y se toqueteaban.
Yo estaba en mi salsa y no tenía intención de dejar de comer, pero mi buena amiga se levantó el corpiño, dejando al aire sus enormes tetas y se arrodilló sobre la alfombra; inmediatamente, su cliente también se arrodilló y ambos empezamos a lamer y a chupar esas dos montañas, artificiales pero montañas al fin; mientras nosotros nos deleitábamos cada uno con su teta, miré de reojo hacia abajo y observé que el tipo le había agarrado la pija a Shaira y se la estaba toqueteando ¡Fiestero el tipo! Pensé yo para mis adentros y entonces busqué una de sus manos y la puse sobre mis cachetes.
El espectáculo era a todas luces maravilloso; nosotros prendidos a las tetas de mi amiga, el tipo tocándole la verga con una mano y manoseándome el culo con la otra y yo acariciándole huevos, poronga y pasándole la mano por toda su mata enrulada de pendejos.
Así estuvimos durante un buen rato hasta que el tipo se paró y comenzó a sacarse la ropa y en eso estaba precisamente cuando, seguramente al ver mi colita tan paradita, ya que estando agachado la pollerita no me cubría absolutamente nada, le agarró una especie de excitación y le dijo a mi amiga en un tono imperativo:
-Shaira ¡Cogela! ¡Metésela en el culo!
Yo asentí, mirándola a mi amiga y haciendo un ligero movimiento con la cabeza; Shaira entonces se paró detrás de mí, me subió más aún la pollera, corrió mi bombachita y mientras yo me ponía en posición, ella empezó a pasarme la lengua por todo el culo, mientras se colocaba el preservativo y después de varias lamidas, me apoyó la puntita de su verga para luego penetrarme por completo.
Mi amiga mide arriba de un metro ochenta y tiene una contextura física mucho más grande que la mía, así que me manejaba y me acomodaba a su antojo, alternando frenéticas cogidas con suaves movimientos, mientras yo exhalaba toda clase de jadeos y de gemidos placenteros, hasta que un determinado momento, le dije al tipo, que entre paréntesis ya estaba completamente desnudo:
-Vení, acercate, dame la pija así te la como.
El hombre se acercó hacia mí y cuando se puso a mi alcance, le agarré la poronga y enseguida me la metí en la boca; la tenía grande y linda pero sobre todo sabrosa y deliciosa, un verdadero manjar.
Durante un buen rato estuve chupando y comiendo esa dulzura de verga, hasta que, ya totalmente entregado y fuera de mí, empecé a pedir, a rogar y a suplicar casi a gritos, que me cogieran entre los dos, es decir que se fueran turnando para metérmela.
Shaira me la ponía, me daba tres o cuatro pijazos y después hacía lo propio el tipo y así sucesivamente, mientras yo a esa altura era un solo grito.
-Ah, oh, sí, más, que lindo, uy, que hermoso, cójanme más, sí, así, ah, oh, ah, ah, etc., etc., etc..
-¡Qué hermoso culo tenés putito lindo!
Exclamó el tipo mientras me estaba culeando y si bien a mi no me disgustó para nada, Shaira lo miró con muy malos ojos y le dijo:
-Puta o putita en todo caso, somos minas aunque no tengamos cochas.
El tipo hizo un gesto como de disculpas, pero no decayó un momento en su frenética cabalgata, hasta que, grito mediante, acabó y todos nos tomamos un pequeñísimo respiro, luego del cual comenzaron todos los jueguitos y las posiciones imaginables; primero me sentaron en el sillón y me fueron cogiendo por adelante, es decir patitas al hombro, también por turnos; después el tipo se recostó boca arriba sobre la alfombra y tanto Shaira como yo lo fuimos montando por turnos e inclusive, en un determinado momento, mientras mi amiga subía y bajaba de arriba de la pija, yo le puse el culo en la cara para que me chupara.
Hicimos un impasse para reponernos y volvimos a coger; esta vez, mientras una de las pijas la tenía adentro del culo, la otra me la ponía en la boca para chuparla y comerla y el sublime final, nos encontró al tipo cogiéndome desaforadamente y a Shaira metiéndosela además a su cliente, hasta que ya, completamente exhaustos y extasiados, nos quedamos los tres tendidos sobre la alfombra, aunque sin dejar de toquetearnos mutuamente.
Después de varios minutos, que fueron los que tardamos en reponernos, nos acomodamos las ropas y nos tomamos el último trago, antes de despedirnos del tipo, quien fue el primero en irse.
Yo me quedé un instante más para darme un ligero baño y volverme a poner mis prendas de varón y antes de despedirme de Shaira y de agradecerle el momento tan placentero que me había hecho pasar, le pregunté:
-¿Cuánto te pagó? Para saber nomás, por curiosidad.
Mi amiga, sonriendo, me mostró los tres billetes de cien pesos que había recibido y con un beso en la mejilla nos despedimos.
Yo me dirigí hacia mi casa con una sensación de tranquilidad, de gozo, de placer y de satisfacción tan grande, que esa noche dormí por demás plácidamente, como nunca antes lo había hecho y al día siguiente me levanté y fui derechito a mirarme al espejo, pero no encontré la imagen de transexual alguno, sino la de un hombre hecho y derecho, por lo menos hasta hoy, mañana… no lo sé.