COMO LE HICE EL BOOKETE A GISELLE Manejaba su culo con maestría, me llevó al límite, presintiendo
por los latidos del miembro, me invitaba al gran banquete, el salón estaba dispuesto para el
caballero invitado
Este relato contiene una de la muchas historias de mi actividad como fotógrafo, entre gran
variedad de trabajos realizados hay algunos que se destacan por diversos motivos, este un claro
ejemplo de lo que afirmo.
Argentina como en casi todas las partes del mundo también tiene travestis, que se ganan la vida
como quieren, pueden o la sociedad tan discriminatoria les permite, como es el ejercicio de
vender su cuerpo y alquilar sus caricias como forma de sobrevivir un día más en este ¿paraíso?
No conozco demasiado como para opinar, ni tampoco lo pretendo, solo entiendo que cada uno tiene
derecho a usar su cuerpo como le plazca, la libertad no está solo en la declamación de leyes y
ordenanzas morales, sino dentro de cada uno y ejercerla como desee sin perjudicar a los ajenos.
Los travestis también integran en algunos medios, especialmente hoteles y lugares de divertimento
los registros de acompañantes para quienes recurren a ese medio para que los acompañen a
compartir un momento de entretenimiento y placer, a tal efecto pasan a ser parte del book donde
elegir acompañante. Por tal motivo Giselle se acercó a mi estudio para que le tomara las fotos
que luego llevaría para incorporarse a varios books del circuito turístico y fiestero de esta
ciudad.
Giselle, vino recomendada por una colega, me buscó para hacerle el book, no era la primera, pero
esta fue distinta y sucedió lo que paso a detallar para solaz de los consecuentes lectores de
esta página.
Se presentó para adecuar lugar, condiciones y costo para la tarea gráfica. Veinte años, poco
creíbles, estimo que eran uno o dos menos, altas, formas esbeltas, pechos recién hechos de
interesante medida, piel tersa y cremosa como ninguna, cola estupenda que desearían más de una
fémina. El dinero del "señor amigo" fue bien empleado logrando una envidiable figura bien
femenina. Giselle es de él desde los catorce, el señor la inició y la hizo descubrirse como
mujer, fue su pigmalión y amo exclusivo, el tipo le permite intentar ingresar en el mundo del
espectáculo, al menos eso dijo era el motivo de las tomas fotográficas.
El lugar elegido para realizar las tomas es un apart hotel de mi conocimiento, vino con otra
"chica", igual de joven y condición. Las "chicas" dispuestas a poner toda lo necesario para
concretar su propósito, costaba saber que no eran lo que parecían, el "atributo" nacido con
"ellas" lo portaban escondido y disimulado en la tanga. Ataviadas con tanga, soutién y
portaligas, piel súper tersa, piling de excelente factura, sin sombra de vello. Sería necesario
ser de "fierro" para no excitarse, no pude evitarlo: me excité, la risita de ellas confirmó que
no pasé desapercibido, lo hacían al mejor estilo de la colegiala que se regodea viendo como el
profesor se excita con su juego de gatita mimosa sentada en la primera fila de la clase.
El trabajo primero, todo de una y excelente, las pibas tenían gracia, condiciones naturales de
sensualidad y exhibicionismo para envidia de más de una modelo. Poses jugadas, buen gusto,
seducción y sex a peal desplegado por ambas jóvenes hicieron del trabajo una placentera
experiencia.
El ambiente cargado de sexo, para las tomas porno, Lía, la amiga de Giselle, propuso que yo
aportara el "elemento" masculino necesario para "empomar" la cola de Giselle mientras corría la
cinta de la cassette.
– ¡Es nada más que una pose! Edu, vení, ayudala, yo atiendo la cámara o dejala instalada.
Hice de partenaire, Lía me hizo entrar en cuadro, arrodillada delante de mí me desnuda de cintura
hacia abajo, descubre y masajea con clase, no pudo con su genio, lamió la cabeza de la verga, me
oprime entre sus tetas, la metió en la boca. ¡Qué bien chupa la puta! me robó un gemido,
espontánea forma de agradecer tan placentera caricia bucal, el calor húmedo de su cavidad me hizo
erectar al máximo, la lengua se apropió del intruso y agradeció lamiendo el glande.
– Giselle, ¡lo tengo a punto! – Dijo mientras me tiene asido y moviendo la mano a ritmo de paja
para conservarla en su mejor condición.
Me llevó contra el culito de Giselle que se había colocado como perrita, apartó el hilito de la
tanga que sostenía con su mano apoyada en la nalga de la amiga, expuso el marrón totalmente
encremado, sostuvo el glande en contacto con el hoyo. El cálido esfínter abre y cierra a
voluntad, maneja como si estuviera combatiendo al invasor que asedia su entrada, pero es nada más
que un coqueteo, sutil masaje para hacerme desearlo.
Me calenté sin darme cuenta estaba que volaba de excitación, agarrado a sus ingles y empujé, me
dejé deslizar por ese pasadizo a la gloria, voltea, sonríe y me anima, de todos modos estimé que
las tomas estaban bien logradas, el objetivo de penetración conseguido.
– ¡A la cama! – Lía ordenaba, con algo de bronca por la separación momentánea, no quedó más
opción que seguir las directivas del maestro de escena, nos empujó sobre la cama king size. En
ese momento no existía nada más que ese trasero magnífico que deseaba poseer a como diera lugar,
nada me impediría que fuera mío.
Juntas y revueltas se "abocaron" sobre mi aparato, saborean el miembro como si fuera helado, me
llevaban al cielo cuando me tenían dentro de la boca, en el cambio caía al vacío para volver al
cielo con la otra, jugaban con mi calentura, les divertía la alternancia del subibaja de mi
placer. Lía colocó a Giselle como perrita, la colita bien alta, sobre una almohada, una segunda
para aumentar el ángulo ofrecido, guió el choto (pene) en la aproximación final, sostuvo justo en
el aro que latía caliente y ansioso. Acompañó con su mano el lento movimiento de entrar en ella.
– ¡Dale Edu! ¡Empujá! – Siguió sosteniendo la carne urgente. – Dale más Edu, esta se aguantó la
de mi hermano, que la tiene como burro, se la hizo cuatro veces en una noche como si nada.
Era como una concha, estrecha, sentía lubricado el conducto, una delicia, primer agujero de esta
calidad, ni de pendejo había probado, ahora le estaba tomando el gusto, gozando a morir.Sabía manejar su objeto de placer más que una mujer, controlaba a su antojo los tiempos del
placer, no cesa de repetir que fuera más bruto, más salvaje, nos enredamos en una lucha de poder,
gustaba ser dominada por el macho posesivo que la tenía entre sus manos, disfrutaba mi debut.
No me alcanzaban las manos para agarrarla, de los pechos manoseados y exprimidos como para jugo,
para terminar traccionada la cadera para incrustarnos hasta formar un solo cuerpo.
En medio de esta vorágine de sexo salvaje, Elly se introdujo como pudo hasta llegarle al atributo
de Giselle para darle el mejor tratamiento bucal. Era más que obvio que no era la primera vez de
ambas en este juego.
Ninguna de las dos ejercía de prostituta, Giselle solo con el señor, ahora mal atendida, Elly
sólo con el hermano de ésta que le hacía el "service" para mantenerla en forma y no tener que
buscar en la calle. Giselle manejaba su esfínter con maestría, me llevó al punto límite, como
presintiendo por los latidos del miembro que estaba próximo a venirme, apuró sus movimientos de
retroceso, me estaba invitando al gran banquete, el salón estaba dispuesto para el caballero
invitado. Elly la estaba llevando a su propio agasajo, quería un final a toda orquesta, todo
presto para el acorde final, sacudía su cuerpo a ritmo febril, una máquina descontrolada,
acelerada, pedía y daba todo de sí.
Gritó: – ¡Dale, venite dentro! – grito o súplica, al cabo que importa, lo único que cuenta es el
placer que está por llegarnos.
– ¡Me voy, te acabooooo!!! – ¡Venite, veniteeeee!!! – Me mandé con furia, enloquecido de placer,
perdí la noción, los oídos me zumbaban como la primera vez, los músculos tensos, manos y brazos
como tenazas aferrados a ese cuerpo sometido, a merced de la fuerza de mi lanza que pretende
llegar hasta el confín de su cuerpo, herir sus entrañas con el chorro caliente de esperma que
dejo en varios y sucesivos chorros. El último me sale como llevándose una parte de mí, me sustrae
la energía vital. Quedé rendido y gozoso, ensartado en ella disfruté un sexo sensacional.
Como dos geishas, me atendían a cuerpo de rey. Terminado el trabajo, jugamos en la cama,
siguieron las amabilidades, Giselle en las atenciones bucales, concentrada me sacó el segundo
polvo, pudo hacerse un buche de semen. La tarea de sexo y fotos duró como cinco horas, se pasaron
volando y cogiendo.
Tan conforme quedó que cuando vino a retirarlo, como propina hizo una mamada que me dejó hecho una seda.
Desde ese día el travesti dejó de ser un tabú.
Autor: Julian Sanuttini