Esta historia es real. Soy heterosexual, casado y llevo una vida de lo más normal y hasta aburrida, y lo que describiré a continuación sucedió hace un par de décadas cuando, por razones de mi profesión, me tocó vivir en cierta ciudad de los Estados Unidos. Mi trabajo marchaba de lo más bien, mis noches eran algo solitarias. Era soltero. Salí con algunas mujeres e hice el amor con varias sin llegar a sentirme suficientemente atraido como para establecer una relación más formal con alguna mujer.
Era la época del auge de servicios de sexo por teléfono. Las computadoras eran una novedad que apenas comenzaba, el ¨Web¨era practicamente desconocido y el porno en linea era inexistente. Experimenté con algunos servicios de sexo telefónico, cada vez con más atrevimiento. Las conversaciones consistían en declarar mi fantasía y actuarla. Era evidente que la persona al otro lado de la linea de hecho actuaba, lo que terminó por disgustarme.
Mi fantasía principal era vestirme de mujer. Siempre lo fué; comenzando en mi adolescencia lo hice con cierta frecuencia usando las prendas de las mujeres de la casa: mis hermanas y mi madre. Pero ésto es tema para otra ocasión. El hecho es que encontré un servicio de sexo telefónico de mi agrado y encontré a Alexa, la mujer que marcó una época en mi vida. Este es el relato.
Era mártes por la noche, hora de mi sesión semanal con Alexa. Marqué el número de teléfono, pedí hablar con ella y después de unos momentos escuché su reconfortante voz: Hola María, díme que has hecho. La puse al tanto de mis tareas de la semana pasada y aprobó con gusto. La primera vez que le dije que quería ser mujer lo tomo un poco a broma y seguimos el curso habitual de las conversaciones de sexo por teléfono. Poco a poco se dió cuenta de mis intenciones. Un día me preguntó, ¿en verdad quieres transformarte? Sí, le dije, qué tengo que hacer. Comenzamos por lo más superficial. Desde ahora eres María, dijo con seguridad en la voz. Rasúrate el cuerpo, las piernas. Consigue alguna ropa de mujer. Vístete.
Le pedí consejos detallados para cada paso. Así, me dijo cómo rasurarme, qué cremas y lociones usar para suavizar la piel, qué hacer con el vello de las manos, los brazos. Me pidió que le describiera mi cuerpo. Soy de estatura mediana, dije, cabello castaño, ojos verdes. Peso 68 kilogramos. Si en verdad quieres hacer esto, dijo, tienes que seguir mis instrucciones. Asintí y le mandé fotos de cuerpo entero, tal como me pidió, practicamente desnudo, sin vello corporal.
Alexa dijo después: Estás gordita, mi amor, tienes que bajar de peso. Por lo menos cinco kilos, de preferencia diez.
Me prohibió masturbarme por completo. Me ordenó hacer ejercicio y me ordenó leer solamente revistas para mujeres y hasta un libro de feminismo. Luego me dió permiso de masturbarme pero solamente después de ejercitar una hora varias veces por semana. Bajo su guía perdía yo peso y me familiarizaba cada vez más con revistas como Cosmopolitan, Allure, Elle y otras. En algún momento dijo que tenía que aprender a maquillarme. Describió con detalle el efecto deseado y me mandó a comprar cosméticos. Por correo recibí un recorte de revista con una foto detallando lo que Alexa había descrito. Seguí sus instrucciones lo mejor que pude. Tomé fotos después de cada intento de maquillarme. Eran fotos detalladas: acercamientos de los ojos, los labios. Después de recibir las fotos y revisarlas Alexa me dió más instrucciones: encuentra un lugar donde te depilen con cera. Luego, encuentra a una maquillista que te enseñe en persona.
Yo: ¿Cuándo me voy a vestir? Hasta ahora me has dicho que pierda peso, que me depile, que deje mi cabello crecer. Pero sigo aún sin vestirme.
Alexa: No vale la pena que te vistas si tu mente no piensa como María. Lee lo que las mujeres leen, piensa como ellas.
Hice una cita en un Spa. Dudé mucho antes de ir, finalmente me presenté y me hicieron pasar a un cubículo agradable donde una mujer de cierta edad me hizo desnudar y ponerme una bata. Me acostó en una mesa de doctor y sin más procedió a depilar todo mi cuerpo con cera. Al llegar a mi pubis no dudó en dejarme completamente liso. De ahí pasé al pedicure y manicure y, finalmente, mi primera lección de maquillaje. Sentado enfrente del espejo ví mi cara transformada en la de una atractiva mujer treintañera. Absorbí las instrucciones de la maquillista al máximo. Al terminar me preguntó si su trabajo era de mi agrado. Por supuesto, dije, pero el pelo no va. Sacó una peluca oscura, el cabello me llegaba a los hombros, me admiré en el espejo por lo que pareció una eternidad. De alguna manera manejé de regreso a casa con todo y maquillaje sin llamar la atención de nadie. Ya en casa me puse una peluca que tenía y tomé fotos que mandé a Alexa a la primera oportunidad. El martes conversamos.
Alexa: querida, te ves linda pero no te queda ese cabello. Con todo, quiero que te maquilles tú sola y quiero que te vistas.
Sus instrucciones fueron comprar ciertas prendas en esas cadenas de tiendas de ropa de mujer. La ropa interior era de Victoria Secret. Compré algunos brassieres, pantys y ligueros. Medias de nylon y pantimedias. En otras tiendas compré una minifalda negra de cuero y algunas blusas. Conseguí una falda larga floreada. Me encantan los zapatos de tacón y compré en varios colores.
Las instrucciones de Alexa eran precisas. Si te vistes te tienes que maquillar primero. Usarás medias todo el tiempo. Con faldas largas usas liguero y medias. Con faldas cortas pantimedias. Las medias deberán ser siempre de color: oscuro o claro, pero nunca transparente color carne. No te permito vestirte sin medias hasta que no broncees tu cuerpo a mi gusto.
Me obligó a vestirme por lo menos una vez por semana. Mandé fotos. Le agradó mi perdida de peso y el hecho de que pudiera usar prendas femeninas de talla más juvenil. Me obligó a ir a tiendas convencionales a comprar mi ropa. Pasé momentos vergonzosos y excitantes comprando mis vestidos. En una ocasión le pedí a la empleada que me dejara probar algunas prendas y sin más me pasó al vestidor. Después de cada una de estas salidas (de compras) deseaba llegar a casa a masturbarme pero antes, según las instrucciones de Alexa, tenía que hacer una hora de ejercicio.
Me gustaba el paso de mi transformación. Me gustaba ver a María en el espejo, el efecto total era bastante convincente. Me gustaban mis piernas enfundadas en medias y con tacones altos. Sin embargo, Alexa me dijo que aún me veía, y sonaba, como un hombre vestido de mujer. Me instigó a bajar más de peso. Me obligó a entrenar mi voz y me dió instrucciones de cómo arreglarme el peinado sin usar peluca. Tomé clases de voz con una especialista a quien le dije, sin miramientos, que mi intención era pasar por mujer. En el Spa me hicieron un permanente seguido por un corte de pelo de acuerdo a las instrucciones de Alexa. Lo genial del corte de pelo era que funcionaba para ambos sexos, dependiendo de cómo se peinaba. A estas alturas mis instrucciones eran vestirme todas las noches después del trabajo, y todo el fin de semana. La rutina de vestirme me tomaba por lo menos una hora. Luego, cenaba sola en casa, me sentaba a ver televisión y, finalmente, si había hecho ejercicio me podía masturbar, siempre vestida.
Comencé a salir con Sally, una mujer divorciada, de lo que eventualmente se enteró Alexa. Me preguntó si mi novia conocía a María. Por supuesto que no, le dije. Sin sorprenderme, Alexa ordenó que Sally conociera a María. Pasaron un par de semanas sin atreverme con Sally. Ella era una persona muy correcta y tendiendo a lo tradicional. Para entonces mi vello corporal había crecido de nuevo y Sally y yo haciamos el amor como cualquier otro par de amantes sin que ella sospechara de María. Un día le dije, tengo una fantasía que es vestirme de mujer y hacerte el amor. Sally lo tomó un poco en broma. Le describí lo que iba a hacer: me voy a depilar el cuerpo, me vestiré de mujer y vendré a tu casa.
La noche del sábado Sally abrió la puerta de su casa para ver enfrente de sí a una mujer de unos treinta años en falda negra, blusa blanca, medias oscuras y tacones altos.
Yo: Hola Sally, llamame María. Ella: te ves como mujer… Yo: ¿te gusto? Ella: no lo sé. Platicamos y tomamos un café. Me miraba un tanto desoncertada pero divertida a la vez, sin saber qué esperar. Admiró mi atuendo, el maquillaje, las uñas largas y pintadas. Luego dijo, me gustas así, es más fácil hablar contigo. Me puse de pié y le ayudé a levantarse. La acerqué. Sally se arreglaba muy bien y esta noche tenía puesto un lindo vestido azul, medias y tacones. Eramos dos mujeres elegantes una frente a la otra, los cuerpos muy cerca. Nos besamos. Mi primer beso como mujer, su primer beso a una mujer. Nos besamos largamente. A Sally le gustó el sabor de mi lapiz labial. Me tocaba el cuerpo, me manoseó los pechos, mis nalgas. Sentadas ahora me tocó las piernas suavemente, las medias, el liguero. Nos excitamos, yo por estar finalmente con una mujer, como mujer. Ella… no lo sé pero me tocó por todos lados, metió sus delicadas manos bajo mi falda y jugó con mi verga y pubis depilado, exploró cada parte de mi atuendo con sus manos, su lengua y sus labios. Se hincó frente a mí, yo sentada en el sillón, y tomó mi verga en sus manos. Me chupó excitandose cada vez más. Se levantó la falda por encima de las caderas y se encaramó en el sillón montandome, guiando mi verga dentro de ella. Eramos dos mujeres perfectamente arregladas, maquilladas, en ropa interior de encaje, ligueros, medias y tacones bajo elegantes vestidos cojiendo como nunca, la verga de Maria dentro de Sally penetrandola como ningún hombre lo había hecho antes, con feminidad. Me voy a venir, dije yo excitada. ¡Vente puta!, dijo Sally, sorprendiendome y excitandome más. ¡Vente dentro de mi, puta! ¡Eres mi puta!
Nos venimos las dos, muchas veces. Regresé a casa y dormí como María, en camisón de encaje. La semana siguiente en mi sesión con Alexa le conté lo sucedido. Alexa aprobó pero al fín dijo: si de veras quieres ser mujer esto no es suficiente.
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Sus comentarios son bienvenidos. Si les gusta esta historia continuaré, que aún hay mucho más.