Uno de los beneficios del 1 a 1 fue la posibilidad de veranear en Brasil. Varios años fuimos con mi familia y la de mis tíos a una casa alquilada en Floripa. Sabiendo quizás que tal vez ese año era el último, con mis primos (de mi misma edad) nos pusimos como meta coger todo lo que podíamos.
Y así fue, estabamos de racha, ligando una garota atrás de otra. Hasta que un día de playa, partido de volley playero mediante, conocí a Priscila, una loira bastante buena. Quedamos en vernos a la noche en un pub, nos encontramos con su grupo de amigos/as y mis primos, cerveza y caipirinha y esa noche terminó solo en besos. Al otro día, hubo más, y terminamos haciendo el amor en un puesto de bebidas desocupado de la playa. Sexo normal, pero con una particularidad: me lamió la cola de una forma espectacular y me metió primero 1 y después 2 dedos en mi ano que me calentaron mucho. A la tarde siguiente me invita a una fiesta para esa noche en una especie de country. Accedí con desconfianza, pero al llegar ví todo normal. Chicos y chicas tomando, bailando y divirtiendose. De a poco las parejas se iban a una de las casas a tener sexo. Nosotros hicimos lo mismo, previa calentura en el quincho. Encontramos una habitación vacía, que en realidad era una especie de cuarto de estudio con bibliotecas, escritorios y un sofá. Casi sin juegos preliminares se fue el primer polvo. Fuimos al baño a lavarnos, buscamos más alcohol, fumamos un cigarrillo tranquilos y empezamos de nuevo, esta vez con servicio completo. Nuevamente empezó a pasar su lenguita por mi cola y lo disfrutaba muchísimo, yo en posición perrito y separándome los cachetes para facilitar la tarea de su lengua, cuando de pronto entró una pareja abruptamente, buscando un lugar para tener sexo. Mi situación fue muy incómoda, imagínense en 4 patas con la cola abierta y Priscila jugando con ella. En un portugués muy cerrado supongo que ella les dijo que se quedaran y así empezó la orgía. Mientras Priscila seguía con su tarea de besos negros en mi colita, la otra chica me chupaba la pija y el chico (negro) comenzó a franelear a mi chica. Todo muy hot, que mezclado con cerveza era un despelote. Y acá viene la sorpresa. El negro casi disimuladamente me empezó a tocar primero las caderas, después los cachetes, luego me pasó la mano por la raya, me hacía círculos con su dedo mayor en mi ano. Al principio pensé en resistirme, pero ya era tarde para reaccionar culpa del alcohol y cuando me quise dar cuenta ya tenía su dedo bien adentro mío. La mirada cómplice de todos hizo que me relajara, y ahí el moreno me apoyó su pene (de tamaño standard), dándome como pinceladas, y de a poquito mi cola fue perdiendo su invicto. Y el muchacho me empezó a coger, suevemente y yo encantado. Su poronga resbalaba dentro mío. Con sus manos separaba mís cachetes y de un empujón me la metió hasta el fondo. Fue un dolor placentero. Luego me sujetó de las caderas, bombeaba cada vez más fuerte, las chicas se disputaban mi pene en sus bocas, y el negro, sin preservativo, aceleró su ritmo, sentía sus testículos golpeándo los míos, y empezó a acabar dentro mío. Fue espectacular. Pude sentir los chorros de leche caliente en mi cola, pude sentir los latidos de su miembro mientras eyaculaba. Cuando me la sacó pude sentir la lechita chorreando por mi cola. Estaba casi acalambrado por la posición en la que estaba desde hacía un rato, así que me senté y el guacho me puso su pija con restos de leche en la boca para que se la limpie, secándole con mi lengua hasta la última gota de su sémen y sintiendo como se desinchaba dentro de mi boca. Casi simultaneamente le llenada la boca de leche a mi chica. Por suerte, era el anteúltimo día de vacaciones, y no salí más, de la venguenza que tenía encima.
Volví a Buenos Aires y me hice unos análisis y por suerte estaba todo bien. Durante meses me masturbé mucho pensando en esa situación, hasta que me dicidí a volver a hacerlo. Rubro 59 de por medio, visité a un chico, tuve sexo pero no la pasé muy bien, mucho no me gustó, no me sentí cómodo, tal vez por haber puesto tantas expectativas. Y así me decidí por conocer traviesas. Fuí cambiando, probé muchas, me comí muchas pijas, hasta que conocí a una con la cual la me siento muy bien. Si no fuera por la plata, diría que hay amor. En el medio me casé, tuve dos hijos, y seguí con mi vida normal, etc.
Pero eso no es todo. Le fuí agregando condimientos a esta otra parte mía. Desde hace más de un año, me preparo para cada encuentro. Es decir, me transvisto a medias. Primero me animé a comprar una colaless justo antes de subir a su departamento y me la ponía en un baño de un McDonals. Después opté por comprármela al mediodía y me la ponía en el baño del trabajo un par de horas antes de salir a su encuentro. Luego me la compraba antes de entrar al trabajo, me la ponía y estaba todo el día con la colaless puesta hasta que llegaba el momento. Eso me calentaba mucho. Pero le agregué una cosa más: ese día me visto con unos pantalones de vestir que me quedan medios chicos y cuando salgo del trabajo rumbo a mi fiestita, me los subo un poco y me quedan apretados a la cola. Y ahora, además, ya no me compro colaless, sino una bombachita que me marque la cola para insinuar que soy media puta y se me nota, siempre pasando por el Mc Donals para sacármela de la cola y acomodármela, eso me pone de la cabeza. Una de las últimas veces se me fue la mano porque estaba re caliente y se me notó. Iba yo subiendo las escaleras del subte una pareja mayor comentó en voz alta para que yo escuchara: "mirá la cola de ese puto". Me encantó escuchar eso. Era lo que yo estaba buscando. Me dí vuelta y puse mi mejor cara de atorranta. Y es más: el portero del edificio donde vive mi traviesa, me encanta que me mire, y cuando yo entro él ya sabe que voy a visitarla y a propósito me subo aún más los pantalones, me abrocho el cinto en un agujero más para que se me marque la cola, la raya y la bombacha, y paso por sus narices moviendo el culo como una trola. La última vez, mientras espera el ascensor, ví que me espiaba, me hice el que no me daba cuenta que me estaba mirando y me levanté los pantalones delante de él, y me pasé las dos manos por la cola zanjeándome bien la canaleta que me hacía el pantalón metido en el culo, casi escondiendo mi mano entre mis piernas y delineando con la punta de mis dedos la tanguita que tenía puesta. Lo hacía una y otra vez, casi masturbándome y como mostrándole al portero que en minutos, esa cola iba a ser penetrada por una pija. Ese día el portero, un tipo cincuentón normal, no aguantó más y subió conmigo en el ascensor. En el espejo del ascensor, me miré la cola y era la de una mujer. Él también me la miraba y me dijo "linda cola". Yo le respondí "Te parece?, no es muy gorda?", juntando mis piernas y sacando cola, como invitándolo a tocarla, cosa que hizo y suavemente me zanjeó lentamente primero y luego, viendo que yo no ofercía resistencia, presionando con su dedo mayor por mi raya deteniéndose a la altura de mi ano. El ascensor se detuvo en un piso, subieron 2 viejas que iban a la terraza que ni a palos se dieron cuenta de la situación, los saludaron, él se quedo en el fondo de ascensor, y yo en el medio. Retrocedí hasta que sentí que me apoyaba su miembro erecto. Llegué al piso donde bajaba y mientras pedía permiso a las señoras para bajar él me despidió con una canaleteada más. A la hora, cuando bajé, el portero me estaba esperando, me acompaño hasta la puerta y me preguntó si la había pasado bien. Primero me dió verguenza pero me solté y le dije que sí, que me dolía un poco la cola porque el traba la tenía grande (cosa que es mentira) pero que estuvo bárbaro como siempre. Me abrió la puerta y me dijo "a ver si algún día te animás conmigo, que yo no te cobro nada" a lo que le respondí que "no, no me gustan los hombres, me gustas las traviesas". Esa hora de lujuria que me regalo cada 15 días me siento una puta. Y me están creciendo los pechos de manera terrible. Claro, tengo 10 kilos de más y pasan por gordura, pero en realidad yo sé que estas tetas que tengo son por mi costado femenino. Cuando me baño, me encanta enjabonármelas. Estoy esperando el invierno para agregar a mi bombachita un corpiño con aros y push up como los que me presta mi traviesa cuando estamos juntos. De solo pensar en estar vestido con ropa interior femenina, con una bombacha (me gustan blancas de algodón) y con un sostén (también blanco y de algodón) que me levantan y juntan las tetas haciéndome unos pechos que más de una mujer querría tener, me pongo loca. Espero animarme también a medias bucaneras con portaligas.
Es increíble ese juego de personalidades. Me siento una traviesa más ese día. Me siento una putita adolescente en celo, preparada para la primera vez porque eso es a lo que me gusta jugar. Todo ese atuendo, vuelve a mi maletín que guardo con llaves en el auto, y que traigo al trabajo hasta la próxima vez.
Espero que les haya gustado esta historia.
En breve prometo actializar esta historia.