Nací en Mar del Plata hace 24 años. Tengo dos hermanas mellizas 18 meses mayores que yo. Hay dos circunstancias que dicen que soy hombre, una es mi documento de identidad y la otra el piolín que llevo entre las piernas. Desde pequeño fui bonito de cara y delgado, puedo decir que me sentía más identificado con mi parte femenina que masculina. Solía jugar más con mis hermanas y sus amigas, que con chicos varones. Ya entrando en la adolescencia y en época de mis primeras masturbaciones, solía calentarme acariciándome la cola, me producía más excitación que pensar que estaba con una chica. Lo previsible llegó, tomé una bombachita de mi hermana y me la fui a probar al baño, ya colocarla y sentirla en mi cuerpo me excitaba, más aún cuando me la veía puesta en el reflejo del espejo. Me pajeaba observándome, adoptando las más sugestivas poses. Mis memorables masturbaciones eran esos días que por alguna razón quedaba solo en mi casa y la producción era más amplia, que ya incluía maquillaje, polleritas o calzas bien apretadas al cuerpo, (ropa que utilizaba de mis hermanas) e incluso solía colocarme sostenes con un relleno de algodón, simulando unas hermosas tetas. Cuando miraba una porno en mi fantasía pajera encarnaba el personaje de las mujeres de turno. Más aun cuando le hacían la cola.Poco a poco necesitaba más, al menos quería sentir una penetración más profunda que mis dedos, ¿pero donde? ¿Cómo? Por lo que las zanahorias y pepinos pasaron a ser mis silenciosos amantes. Pero mi hambre era carne, quería mamar una pija verdadera. Cuando tenía 16 años, me animé e ingresé a un boliche gay, no conocía a nadie, ni entendía códigos, y a medida que transcurrían los minutos me sentí observada por un hombre de unos 30 años, que se me acercó sonriendo, me pregunto mi nombre entablando una conversación y a medida que lo hacia, acariciaba mi espalda y eso me producía cierto bienestar y protección, Sin darme cuenta nos estabamos besando y era la primera vez que besaba a un hombre, no pasó mucho tiempo para invitarme a su departamento, y por miedo y ansiedad le confesé que nunca había tenido un contacto con hombres. Él derrochaba simpatía y seguridad, con mi confesión de mi virginidad sonrió y prometió no hacer nada que yo no quisiera. Ya en el departamento me ofreció vodka, que accedí para desinhibirme, vamos hacia su habitación, abre un cajón de su armario y me dice te gustaría usar para mí alguna de estas ropitas.Yo estaba al mango pero me quedé en silencio observando la lencería. El elige una tanguita y sugiere que me la pruebe, solo eso nada más. Voy al baño me coloco la bombachita negra y me presento a él muy tímidamente que a todo esto estaba esperándome recostado en la cama en calzoncillos -Te queda estupenda. Pero quiero que te esfuerces para ganarte esta pija… zarandea el culito y rogá para que te coja, – decía mientras se acariciaba su chota.A mí me vino de golpe el emputecimiento y todas mis prácticas pajeras las saqué a relucir, y por lo visto lo he hecho bien ya que estaba pajeándose mientras me observaba. Vi esa pija parada y me recosté sobre la cama para chuparla como tantas veces lo deseé y utilizaba todas las técnicas minuciosamente estudiadas de las películas porno, por lo que él preguntaba si en verdad era mi primera vez, yo tenia la boca muy ocupada para responder y era un éxtasis el placer que sentía al estar concretándose una de mis fantasías. Él me acariciaba y me propinaba nalgadas en la cola, mientras me insultaba, eso aumentaba mi placer. Me hizo mantener acostado boca abajo, y me lamía la espalda, bajando lentamente hacia mis nalgas, sintiendo a sus manos que deslizaba la tanguita hacia abajo, quitándomela. Su lengua recorría la raya de la cola y sentirla juguetear en el orificio anal, me hizo gemir e placer y me esforzaba para levantar el culo y ofrecércelo para su sacrificio. Tomo una crema lubricadora y sentía primero un dedo, luego a dos que se introducían en mí. Luego se coloco un preservativo y me pegó en las nalgas para relajar los músculos, yo en cuatro patas sentía solo la cabezota de su choto entraba y salía de mi culito, provocándome más ansiedad por sentirla adentro, yo le suplicaba que me coja y me rompa bien el orto y él seguía con su jueguito provocador, hasta que en un momento me la ensartó y me pareció perder la conciencia, sentía un dolor que me desgarraba las carnes, al mismo tiempo que un placer indescriptible, se movía como un animal de manera rítmica y profunda, yo abrazaba y mordía la almohada y escuchaba sus insultos, hasta que la retira, lo mismo que al preservativo y me ordena que lo pajeé y se la chupe, accedí y un chorro de leche se derramó sobre mi nariz y el sueño de las putas de las películas estaba cumplido, solo toque un instante mi pija y acabe formidablemente.Esa fue la primera de una larga secuencias de cogidas con Horacio, este hombre que llego a comprarme una variedad de ropa femenina, cosméticos, e incluso me ayudaba a depilarme procurando satisfacer mi fantasía. Yo pensaba yo que lo hacía para halagarme y en definitiva para disfrutar mejor nuestra sexualidad, pero en realidad se estaba convirtiendo en mi proxeneta, En mi casa sabían de mi homosexualidad, jamás se habló del tema abiertamente, pero nunca imaginaron que 2 o 3 veces por semana por las tardes iba al departamento de Horacio y me convertía en una nena. Era un escape enorme, un ritual vestirme y actuar como una putita para él, mientras me aconseja o mejoraba mis movimientos e incluso me suministraba hormonas. Una tarde en las que yo ya estaba, aparece un amigo de él, en primera instancia me oculté en el baño, hasta que me viene a buscar y me dijo que en realidad quería conocerme a mí, verme nada más. Bueno me senté con ellos, mientras hablaban de cualquier tema, tomaban vodka hasta que el amigo sacó cocaína y la inhalaron, yo ya presentía algo y me estaba poniendo nerviosa, me invitaban a consumir pero yo me negué. El amigo, Carlos, me invita a sentarme a su lado mientras se desabrocha la bragueta me dice sin muchas vueltas ChupámelaLo miré a Horacio buscando que hacer y él asiente con su cabeza. Carlos sentado en el sofá y yo arrodillado entre sus piernas, comienzo a mamarle el choto que estaba entre fláccido y rígido, pero aumentaba de tamaño a medida que jugueteaba con mi lengua sobre su pene. Horacio sentado frente a él se baja los pantalones y dice Ahora a míAsí arrodillado me coloco ahora entre las piernas de Horacio, a medida que se la chupaba, provocaba a Carlos tocándome yo misma el culo, hasta que siento los dedos de su pié que intentaba bajarme la tanga, acto seguido se coloca detrás de mí y me penetra sin mucha vuelta y literalmente me rompe el culo ya que sufrí un pequeño desgarramiento que me hizo sangrar (no mucho). Dos días más tarde en otro encuentro con Horacio, éste me entrega una suma de dinero en compensación por haberle brindado placer a su amigo y esto desencadenó una charla en la que me propuso trabajar de puta siendo travesti. Ya que él frecuentaba el ambiente y conocía personas que les gustaba cojerse adolescentes afeminados. De hecho en principio no quise y se quejo por lo invertido en mí en ropas y demás y con la promesa de que sería uno o a lo sumo dos por semana, no tuve en ese momento mucha opción. Claro me daba un pequeño porcentaje y se quedaba con el resto como pago a su préstamo. Así que de pronto en cuestión de 3 meses, de virgen pasé a ser una experta en provocar, calentar y a ser gozar a hombres. A los 20 años pude despegar de Mar del Plata. Llegué y me instalé en Buenos Aires y trabajo en un negocio de ropa mayorista propiedad de un amigo, totalmente vestida de mujer. Mi vida no es la de un travesti, Esta incorporado en mí todo lo femenino, incluso orino sentada, tengo tetas reales y me he esforzado mucho en el cuidado de mi cuerpo en lo que tiene que ver con la estética, trabajando en gimnasios para lograr una buena cintura, cola, etc. Hoy estoy sola pero he convivido con dos p
arejas.Esta es mi historia y la quise compartir con todos Uds