¡Hola!. Me llamo Ramón. Tengo 45 años. He dicho que me llamo
Ramón pero el verdadero prefiero ocultarlo para contarles mi experiencia.
Tuve una primera novia. Una mujer guapísima que me enloquecía
pero nunca llegue a hacer el amor con ella. Si llegamos a besarnos, a tocar algo
de su cuerpo.
Pero me casé con otra mujer. Una buena mujer. Algo atractiva
pero no exuberante como mi antigua novia. Le faltaban pechos, caderas, culo.
La verdad es que mi vida sexual con ella no fue tan especial.
Quiero decir con todas esas cosas a las que llaman ahora sexo oral, sexo anal.
Bueno miento sexo oral lo hice con una prostituta.
Ahora les voy a hablar de mi hijo. A los 20 años nos declaró
que era gay. Y eso yo no lo podía aceptar así que le obligué a que se marchase
de casa. Él podía ser todo lo que quisiese pero no en mi casa. Así es que se
marchó.
Cinco años después murió mi mujer por una enfermedad. Me
quedé sólo. Y desesperado.
Dos años después recibí una carta. Se trataba de mi hijo que
quería volver al pueblo a pasar unos días. Como es natural yo no le deje entrar
en mi casa pero si quería podía ir al pueblo y alojarse en algún hostal. Yo eso
no se lo podía impedir.
Pasaron algunos días y comprobé que mi hijo no andaba por
ningún lado afortunadamente.
Entré en un bar a tomarme unos chatitos. Me sorprendió que en
un rincón tomando una caña había una mujer despampanante, rubia, de pechos como
melones y culo salido. Me miró y no sonrió. El caso es que no me quitaba la
vista de encima. Pero yo soy vergonzoso y no me atrevía a decirle nada.
Me acosté esa noche todo empalmado. Entonces fue cuando me di
cuenta. Mi hijo se había transformado en una mujer. No me podía dormir.
Llamaron a la puerta. Sabía que era él o ella.
Al final bajé las escaleras. Y abrí la puerta.
Era ella . Y la dejé pasar.
Me dijo que se llamaba Amanda. Y ya no era mi hijo.
– Tu aquí no pasas- le dije.
Vi como se contoneaba andando con sus altos tacones. El aire
llevó hasta mi su perfume.
– Espera- le dije.
Entonces regreso.
Sube a mi habitación- le dije.
Y Amanda subió.
Allí nos desvestimos.
– Primero quítate tu lo tuyo- le dije.
Se quitó la ropa. Estaba impresionante. Mejor que mi primera
novia. ¡Que pechazos! ¡Que culazo!. Sólo las he visto así en el Playboy ese. Y
el badajo que le colgaba era enorme. Mucho más grande que el mío. No se que se
habría hecho.
Entonces fue cuando me quité la ropa, mostrando mi cuerpo
velludo.
Ella se agachó y se puso a chupármela. Como babeaba. Como
movía su lengua. Me corrí muy pronto. Pero me quedé así con mi polla metida en
su boca hasta que me volvía a correr. ¡Jamás había gozado tanto!.
La saqué de su boca y me puse a lamerle el culo. ¡Quería
metérsela por ahí!.
Pero antes nos tumbamos en la cama dormitorio los dos
ladeados y ella me la chupaba y yo también probe. Me gusto. Se me caía la
saliva. Mi «hija» me estaba comiendo la polla y de pronto me empujo y se puso a
lamerme el culo. Vi como cuando me hacía eso ella se masturbaba hasta que acabó
corriéndose.
Yo me levante y esta vez el que se impuso fui yo de una vez.
La di la vuelta y se la metí por el culo. Fue un poco sucio. No voy a comentar
los pormenores pero a mi me encantó y me corrí por tercera vez casi enseguida.
Se la volví a meter por pura lujuria y agarre sus bamboleantes y enormes pechos.
Ella quería tocarse su miembro pero yo no le deje golpeando en su brazo derecho.
Tuve que sujetar su mano derecha.
Ya no conseguía correrme más y se la saqué. Ella con su
cuerpo de mujer impresionante quería menearse el pene para acabar pero yo no la
deje y la eche de mi casa. Y se fue llorando.
Pero me ha enloquecido y a veces me llama y la dejo que venga
a verme a escondidas para que no se enteren los del pueblo e incluso le dejo que
acabe en la alfombra y luego nos besamos en la boca.
Y hago lo que quiero con ella.